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12 de Abril de 2018

Consumo y consumismo en la modernidad

La sociología estudia las comunidades humanas. Los sociólogos son personajes poco queridos, porque tienen la capacidad de criticar con profundidad las formas y estilos sociales que desarrollan las comunidades.

 

En general, desafían el consumismo  al representarlo como una manera estúpida y enfermiza de asumir el rol del consumo.  Estiman que el marketing es una forma impenitente de orientar y manipular las conductas de los consumidores para mantenerlos activos en el círculo del consumo.

 

Hoy el performance comercial es tan alto e insoportable que la humanidad no se resiste al consumo.  La gente no quiere ser más, sino tener más.  El ciudadano del común se ve reflejado en el status, las marcas, los círculos en que participa y en la búsqueda  del reconocimiento social a través de objetos y bienes de consumo.

 

Un ignorante supera su incapacidad con trajes, joyas, muebles y presunciones de poder.  Esa fragilidad mental, es aprovechada por el sistema, las organizaciones comerciales y los librecambistas para hacer su agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre.  Entiéndase, cada mes es un motivo para el consumo desbordado.  

 

El consumo es todo lo contrario del ahorro en términos económicos.  El ahorro evita el consumo y fortalece el bienestar futuro.  El consumo evita el ahorro y produce gratificaciones temporales en el presente.

 

La sociología industrial estudia la forma como las organizaciones se estructuran de modo formal para realizar su proceso económico.  Ese proceso tiene que ver con la venta de bienes y servicios.  Por lo tanto, la sociología industrial puede dar cuenta de la manera como las empresas realizan su aprestamiento en materia comercial a través del marketing, la publicidad y las ventas, con el único objetivo de crear demanda elástica.  Es decir, vender, vender más, más ventas.

 

La sicología empresarial, estudia el alma de las empresas.  Dicha alma, está convertida al evangelio comercial.  Lo único que interesa es vender a cualquier precio, sin mediar en responsabilidad social, respeto por el consumidor, cumplimiento de la promesa básica, extensión de la garantía y satisfacción del cliente.

 

Como puede leer, el asunto va más allá de la simple lógica del mercado.  El consumismo puede resultar una tendencia perversa, en la medida que somete la voluntad de los individuos creando un culto imaginario de poder y autoestima.  Recuerde que todo acto relacionado con el consumo exagerado va con cargo a la naturaleza.

 

El régimen de las relaciones productivas cambió en la medida que la sociedad industrial incorporó al trabajo del amanuense, las materias primas de origen natural y las incipientes máquinas que potenciaron el destino capitalista de la humanidad.

 

La producción se hizo homogénea, estandarizada, lineal.  Perdió la gracia estética de las manos artesanales, para ser superada de manera notable por el brazo mecánico y hoy día por el brazo de la mecatrónica.  La línea de producción avanza a una velocidad impensada creando cada vez más productos que colocan el mundo en posición de mercado de oferta. 

 

Es un mercado de oferta por la sencilla razón que todo está para la venta.  En tal  dirección se entiende que el marketing esté desarrollando nuevos conceptos y fórmulas para tratar de generar estrategias que vinculen cada vez más a los consumidores con los productos.  En marketing se habló primero, de descubrir las necesidades de los clientes, luego, se dijo que era importante crear necesidades y hoy se estima que se deben inventar necesidades.

 

La teoría del marketing y toda su parafernalia es un esfuerzo articulado y consagrado a la motivación sensorial y emocional de la gente para que se produzca el efecto del consumo.  Si dicho consumo no está mediado por la lógica del consumidor, su capacidad de inversión, el ordenamiento de los pagos y las auténticas necesidades humanas, resulta mucho más provechoso en términos económicos para las empresas, por cuanto estarán vendiendo sus productos a un consumidor, desorganizado, desinformado y muy manipulable.

 

La pirámide de las necesidades de Maslow, informa sobre la manera en que el ser humano tiende a suplir y llenar sus necesidades atendiendo a un orden lógico y secuencial.  El marketing moderno utiliza dicha pirámide para abarrotar de productos a los seres humanos, a lo largo y ancho de la pirámide.  No es posible escapar al efecto de la publicidad.  Es imposible sustraerse a la práctica común del marketing, el cual está presente en todos los momentos de la vida humana.

 

Félix Ángel Vallejo, en su obra “Retrato vivo de Fernando González, dice: “Casi nunca nos detenemos a mirar, a observar lo que nos sucede en nuestro mundo interior, lo que nos agita la mente, lo que pensamos, decimos o hacemos…

 

…La mayor parte de la gente se conforma con el deleite sensual, con la satisfacción animal de sus deseos.  Para la casi totalidad de los humanos en esto consiste el paraíso.  Y cosa parecida o igual les ocurre con los valores: la verdad, la belleza, la virtud, el cielo…, son, en síntesis, todo aquello que les agrada.  Y viceversa.  Para el borracho el cielo es una borrachera y el infierno el vómito, etc.”

 

Casi no nos detenemos a mirar, dice Ángel Vallejo.  Cierto.  Casi no nos detenemos a mirar la forma en que nos manipulan y orientan nuestras decisiones.  El paraíso parece ser una experiencia de consumo desaforado para la gente, sin que medie utilidad, razón y beneficio.

 

Hay suficiente información sobre el peligro de afiliarse de manera incondicional a los ismos que gobiernan el mundo.  En la actualidad, el ismo más riesgoso, el que destroza más vidas y genera más depresión, una vez pasa su efecto, es el consumismo.  Su práctica habitual enerva los sentidos,  provoca tontera y compromete, como dijo Buttler, la bolsa y la vida.

 

Consumir es una práctica humana que debe ser orientada no por el marketing, sino por la sindéresis, entendida ésta como la rectitud de juicio y por la ecuanimidad, expresada como la igualdad de ánimo, prudencia e imparcialidad.

 

Por lo tanto, a consumir con sindéresis y ecuanimidad para tener mayor conciencia de lo que se compra y del valor de lo que se adquiere.

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