top of page

29 de Abril de 2018

Cognosis: El encuentro con el conocimiento aplicado

Reconocer la existencia de un orden inteligente en todo esto que llamamos Vida, es un asunto de fondo para un ser humano que se precie de serlo.

Tomado de ES.YOGASENA.WIKIA.COM

Sede del Jackson Memorial Hospital. C.M. Guerrero-el Nuevo Herald

Orden porque parece que todo está en su lugar y tiene centro, e inteligente porque señala un propósito, una finalidad a pesar de que puede ser desconocida o misteriosa. La aceptación de esta premisa obliga a estudiar dicho orden; su rechazo implica resignarse como lo señala Bernard Haisch en su Teoría de Dios, a la maximización de la entropía y a la consecuente destrucción del Cosmos incluida la vida humana.

 

Naturalmente de este planteamiento surgen un conjunto de preguntas entre las cuales podrían seleccionarse algunas como: dónde se origina tal orden, por qué existe, cómo opera y cómo un ser humano interactúa con dicho orden. Para responder a estos interrogantes, en principio es posible plantear conjeturas usando la palabra de Karl Popper cuando se refiere a la ciencia, o creencias cuando se acude a la religión. Científicamente puede sustentarse que el orden es producto de la existencia de leyes. La religión en cualquiera de sus posibilidades propone el orden como un refinamiento de la voluntad divina.

​

La Iniciación, entendida como un esfuerzo permanente mediante el cual se responde a la pregunta quién soy yo a través de la experiencia profunda de la realidad, de lo real y la verdad que estructuran la VIDA misma, sin especulaciones intelectuales, reconoce que el orden tal como lo señala la ciencia, es producto de la manifestación de leyes y de fuerzas que existen para que dichas leyes se cumplan. También la Iniciación acepta la existencia de diversos ordenes que interactúan y se afectan, conformando un gran orden lleno de inteligencia y misterio. Así pues, es dado reconocer un orden que abarca la Vida en todo aquello que puede definirse como de nivel inferior a lo humano, lo infrahumano, expresado como vida o reinos de lo animal, vegetal y mineral. Igualmente, la vida humana manifiesta su propio orden y siguiendo ese camino vale admitir la posibilidad de un orden superior a lo humano, lo suprahumano.

 

Se entiende por ley una regla o norma que se cumple invariablemente. Más allá de las leyes y principios que rigen la materia y de las constantes que le estructuran como universo, los elementos químicos que la componen obedecen a una fuerza que resume todas las leyes que los rige y que les impele a reaccionar unos con otros formando moléculas que crecen en complejidad y tamaño. La vida vegetal, más elaborada que la manifestada en el llamado reino mineral, tiene su propio orden movido por otra fuerza que funcionalmente obliga a las plantas a buscar incansablemente la luz del sol para cumplir con ese cometido vital llamado fotosíntesis. A su vez, en el mundo animal todo se resuelve obedeciendo a la poderosa e incontrovertible fuerza del instinto de conservación de la vida. La vida animal se ordena mediante el instinto, una forma de consciencia colectiva para la cual lo que importa es la especie y no el espécimen.

 

El asunto con relación a la realidad humana es que su propio orden, a diferencia del orden de los reinos mineral, vegetal y animal, es un orden dinámico. Se ajusta, cambia, se modifica permanentemente siempre pretendiendo un equilibrio. Este orden interior se parece mucho a lo que se ha contado debe ocurrir en el mundo de las partículas cuánticas. Existen leyes que lo rigen pero su manifestación está sujeta a probabilidades de ocurrencia. Por ello la consciencia humana y el comportamiento inteligente que le debe acompañar, tiene como propósito buscar ese equilibrio dinámico que no está predeterminado, que se está haciendo permanentemente. Es decir, un elemento químico, un planeta, una estrella, una planta, un animal, no escoge el camino, no tiene posibilidad de elección, solo sigue la fuerza que le mueve. El ser humano puede construir orden o desorden como ejercicio de su consciencia o de la ausencia de ella. En ambos casos las consecuencias son evidentes: salud si se cumple con las leyes o enfermedad como producto de su desobediencia. Darse cuenta del orden natural es objeto de la consciencia humana y vivir de acuerdo con ese orden es un principio manifiesto de inteligencia. Es decir, no basta con darse cuenta del orden hay que actuar en consecuencia, o sea inteligentemente. Y todo ello como base para la construcción de una vida que manifieste bienestar, felicidad y trascendencia.

 

Para analizar esto empecemos por lo físico de lo humano. El orden en el cuerpo humano puede proponerse como el resultado de la lucha permanente por lograr un equilibrio dinámico entre tensión y relajación, entre rigidez y soltura. Se requiere desarrollar una consciencia sensorial para reconocer estos dos estados. A través de esta consciencia sensorial el ser humano se da cuenta de su estado de tensión o relajación, en ocasiones profundo hasta ser orgánico y no solo muscular. La tensión suele producirse de manera inconsciente, casi como un reflejo. La relajación y el aprendizaje que implica soltar, en principio la musculatura y de fondo como actitud de vida, obedece a un esfuerzo consciente. La consciencia sensorial implica una verdadera escucha del cuerpo físico, que debe tener como consecuencia un comportamiento inteligente en cuanto que la forma de actuar apunte en la dirección de un desarrollo físico saludable y lleno de bienestar. Comer en cantidad y calidad adecuadas, dormir lo justo y apropiado, ejercitarse sin excesos y sin perezas, pueden ser ejemplos de lo que significa la inteligencia física. Soltar relajadamente, escuchar el cuerpo y actuar consecuentemente es la trinidad necesaria y básica para la salud u orden del cuerpo físico. 

 

Lo afectivo, energético, anímico, emocional, configura lo que se suele llamar el cuerpo astral en los ámbitos esotéricos. Lo simplemente energético es producto de las expresiones positiva y negativa de la energía, no propiamente en el sentido de bueno y malo, sino como manifestación de polaridad. Lo positivo (yang en el lenguaje chino), se identifica con lo duro, rígido, caliente, externo, seco, nervioso, entre otras posibilidades. Lo negativo (el yinn de la tradición china) resaltado en lo suave, flexible, frio, interno, húmedo, reposado. El orden en lo anímico es producto del equilibrio de estos dos polos energéticos. Mucho Yang lleva al ser humano a estados de estrés con implicaciones tales como la hiperactividad, la agresividad, el agotamiento. Mucho Yinn conduce a manifestaciones depresivas de aislamiento, decaimiento y hasta abandono.

 

El orden o desorden energético requiere para su valoración, precisamente de una consciencia definible como valorativa o anímica. A través de ella es posible que un individuo pueda reconocer el estado en que se encuentra, en el sentido de identificar en qué dirección positiva (yang) o negativa (yinn) se está moviendo y por lo tanto que consecuencias puede estar generando. El equilibrio dinámico entre estas dos tendencias requiere del desarrollo de una inteligencia emocional, o sea de la acción inteligente necesaria para balancear la presencia energética de yang y de yinn, expresada finalmente como estados afectivos o emocionales. La fuerza que permite este equilibrio dinámico y a la que hay que aprender a manejar puede significarse comofluir. La salud emocional y la felicidad como capacidad de responder a los retos de la vida mediante una percepción constructiva de la misma, es producto del manejo de ese fluir. Tal vez vale la pena resaltar que la sociedad actual está fuertemente inclinada a lo yang (lo masculino-patriarcal) y por lo tanto sobre estimula al ser humano en ese sentido. Fluir inteligentemente permite controlar estos excesos para no caer en la trampa existencial de buscar éxitos y reconocimientos efímeros.

 

Los seres humanos también pueden disfrutar de una consciencia intelectual que debe acompañarse de una inteligencia social. La consciencia intelectual puede entenderse como la posibilidad inicial de reconocer la existencia de un ego, de formalizar una auto-imagen. Surge inicialmente con el desarrollo de la capacidad de análisis y lógica propias al pensamiento racional. Si la consciencia intelectual se queda conformada solo por esta forma de pensamiento, su alcance será limitado puesto que siendo la razón importante para la construcción de una sociedad sana, no es suficiente. La razón como capacidad de análisis de información e identificación de las tendencias lógicas de la misma, depende de la disponibilidad y calidad de dicha información. Escasa, excesiva o mala información, puede conducir a conclusiones racionales no fiables o incorrectas. Así, para expandir la capacidad intelectual se requiere equilibrar lo racional con otra forma de pensamiento…. el intuitivo, el cual nace del manejo de una fuerza que permite descubrir el orden en lo mental: el silencio. Silenciar es el verdadero reto en lo mental.

 

Aprender el silencio interior potencializa la consciencia intelectual. Da al ser humano una capacidad de comprensión muy fuerte puesto que lo pone más allá de los límites definidos por la información, permitiéndole el acceso al pensamiento intuitivo. Y esta comprensión más amplia y profunda de la vida debe ser la semilla para una inteligencia social. La sola razón suele ser la causa del comportamiento estúpido y centrado en el ego que tiene en mucho esta sociedad. Cuando la consciencia intelectual es solo razón, suelen encontrarse argumentos para sustentar toda suerte de estupideces como aquellas que hacen que se destruya comida para mantener los precios de un mercado cuando se dice que hay más de 900 millones de personas en la tierra muriéndose de hambre. El darse cuenta qué implica ser un humano y reconocer la existencia de un ámbito más amplio como lo es la humanidad, requiere de la presencia equilibrada de razón e intuición. Lo otro es el comportamiento socialmente inteligente que debe llevar a que esa consciencia se respalde por acciones de madurez social; de consolidación de una sociedad sana, no autodestructiva. Como dice Krishnamurti no es saludable estar adaptado a una sociedad enferma. Esta sociedad sin el ejercicio de la inteligencia social cada vez expresará peores síntomas de enfermedad.

 

En la vida humana surge la posibilidad de encontrar un orden integrador de lo físico, lo anímico y lo mental que le son propios. Este orden, o síntesis como lo llama el MAESTRO José Marcelli, en si mismo tiene el carácter de espiritual y es esta condición, la de alcanzar la espiritualidad, la que le permite a cualquier persona elevarse de la condición de animal racional para afirmarse como un ser humano. Este orden integrador, espiral como también lo señala el MAESTRO Marcelli, deber ser construido, debe ser elaborado por cada quien y requiere para su desarrollo de una forma de consciencia a la que puede llamársele integradora o mística. Mística no en el sentido devocional o contemplativo religioso, sino en cuanto se da el encuentro con algo que empieza a tener una expresión trascendente. La naturaleza humana tal como el gran cosmos refleja una permanente lucha entre el orden y el caos. La consciencia mística permite darse cuenta de esta lucha y señala el camino que permite ese orden integrador entre lo físico, anímico y mental de lo humano. Sin la consciencia mística no es posible ir más allá del animal racional, un ego que se agota con el tiempo y se sumerge inexorablemente en un deterioro o angustia existencial (el caos): vivir y morir solo porque se está vivo y solo porque se muere. Es ella, la que muestra el principio o inicio del descubrimiento de la verdadera existencia, permitiendo empezar a saborear ese orden que comienza a darle sentido al vivir y al morir.

 

Darle énfasis al orden sobre el caos exige Amar. Amor que al final de cuentas no es más que una fuerza que une, que vincula y que como tal debe ser manejada. El amor por si solo puede convertirse en una poderosa fuerza destructiva, afirmación que tal vez asombre y hasta escandalice a muchos a pesar de que la historia humana está llena de cruentas historias de amor. La consciencia mística, el descubrimiento de un orden integrador, debe ser la simiente para el ejercicio de una inteligencia espiritual o sea de una vivencia del amor para que la vida florezca, en un principio conocido como la rosa mística: un amor que afina y refina lo humano. Esta inteligencia espiritual se construye mediante un comportamiento amoroso, recreado por la vivencia natural de valores resumidos en posibilidades de acción tales como el respeto, la responsabilidad, el servicio, el discernimiento, la congruencia. Si el amor no se expresa mediante estos valores entonces no será inteligente y por lo tanto creara conflicto con el orden alimentando el caos, la destrucción, la enfermedad.

 

Y claro, existe un orden que trasciende lo humano. Su descubrimiento le exalta hacia la realización de aquelloque solo ES, porque es eterno e infinito, sin atributos. Realización que se resume a si misma como libertad, no en el sentido de hacer o no hacer propio a la sociedad humana o de asumir el si o el no como lo señala Octavio Paz, sino como vivencia profunda de lo imperecedero, inmutable, inconmensurable. No es la libertad relativa de lo espacio-temporal, es la libertad de Ser. Libertad es un sustantivo, no un verbo y por tanto no se puede conjugar: se es o no se es. Ser, simplemente ser, sin mas calificativos y que se expresa mágicamente en la vida humana como trascendencia, como ponerse más allá de las circunstancias. Quien descubre y vive ese orden de lo Sacro o Sagrado, es libre porque las circunstancias o la historia no le determinan y tal vez entonces se encuentre con la inmortalidad de los Budas, Cristos, Quezalcoalts, Tunupas, Estradas,…. 

 

En fin, todo orden como ya se señaló se sustenta en leyes que se pueden estudiar, reconocer. Un ser humano debe estudiar las leyes que rigen su vida, para obedecerlas y contribuir con el orden que señalan. Esto es cognosis. Cuando un ser humano asume la responsabilidad sobre si-mismo entonces acepta la gracia o desgracia que ha construido, el orden o desorden que ha vivido. El es el responsable de su propio destino, un tanto al estilo del existencialismo sartriano que pone a todo  hombre en posesión de lo que es y hace recaer sobre el la responsabilidad total de su existencia, o como lo propone en sus propias palabras el MAESTRO J. M. Estrada: “Las pruebas del Sendero para cada quien son diferentes y cada quien las va resolviendo y afrontando según su propia realización. La Iniciación es muy íntima, muy personal. Mientras no se reconoce esto, no hemos encontrado el verdadero Sendero Iniciático".

bottom of page