10 de Mayo de 2018
La peste del olvido
Mi padre murió de una triste enfermedad. Murió de alzheimer. El alzheimer es una enfermedad que se va robando uno a uno casi todos los recuerdos de la persona, empezando por aquellos vividos más recientemente y luego se va consumiendo los más antiguos sin que se pueda hacer nada para detenerlo. Al final de sus días, solo recordaba sus nombres y apellidos, en donde había nacido y que era liberal Gaitanista y Camilista (de Camilo Mejía Duque). El desenlace del mal es como coger un álbum lleno de fotografías y pie de páginas y empezar a arrancarle cada hoja hasta dejar únicamente la pasta del álbum marcada sin nada en su interior…
Gabriel García Márquez, narra en su obra Cien Años de Soledad, sobre la peste del olvido que invade a Macondo y que todos empiezan a olvidar el nombre de las cosas y los habitantes se ven obligados a colocar un cartel con el nombre de cada objeto: casa, silla, etc., y como la enfermedad sigue avanzando, y la gente empieza a olvidar para qué sirve cada cosa, le tienen que colocar adicionalmente el letrero de cuál es su uso; hasta que la enfermedad los lleva a olvidar que significa cada palabra…
Así parecieran que se dan las cosas en Colombia, la gran Macondo. En nuestro país se producen una gran cantidad de hechos trágicos entre la muerte y la corrupción, que por más que nos causen horror y repudio, los vamos olvidando con una rapidez asombrosa, o porque hay otro suceso tan grave o escandaloso como el anterior, o porque ya nuestra piel curtida por tantos hechos, se ha impermeabilizado impidiendo que el asombro llegue a traspasarnos.
Uno de los hechos más tristes dentro de nuestra historia reciente es el asesinato de muchachos inocentes, entre: campesinos, vagabundos, drogadictos, muchachos dedicados al rebusque y hasta con retraso mental; que fueron secuestrados, reclutados con engaño y finalmente acribillados y puestos como dados de baja en combates con las fuerzas armadas. Según Human Rights Watch, entre 2002 y 2008, en el gobierno de Uribe, fueron asesinados 4.328 muchachos y el investigador y periodista Gonzalo Guillen, asegura que el número es de 10.000 muertes reportadas como falsos positivos; puestos en grupos de cinco, diez o más; en parajes hasta donde llegaban los noticieros a presentar en la televisión el avance de la seguridad democrática. Cuántos de esos informes de prensa de guerra sobre muertos en combate y que la gente aplaudió cada día, no fueron más que montajes criminales con seres inocentes.
Cuánto valía cada uno de aquellos muertos si se habla de los ascensos, permisos, bonificaciones, pagos por suministro de información, pagos a los soldados y superiores por la efectividad del operativo, costos de combustible, comida, munición, etc., y sobre los cuales poco se ha dicho. Nos olvidamos de eso mientras las humildes madres siguen llorando a sus muertos. Y digo humildes madres, porque todos esos muertos, más los muertos de la guerrilla, de los paramilitares, las víctimas de las acciones criminales de la guerrilla, de los muertos de las masacres perpetradas por los paramilitares; son muertos puestos por las gentes más humildes y pobres de Colombia, porque los muertos de la guerra siempre los ponen los más pobres. Ni los generales ni los hijos de los generales entran en combate. Ni los empresarios y acaudalados latifundistas ni sus hijos marchan al frente de guerra, no. Y tampoco van a llevarse a ninguna hija drogadicta de un general o empresario para ser puestos como falsos positivos.
En Colombia hay millones de pobres dispuestos para la guerra para ponerlos en cualquiera de los dos frentes. No es sino ir a los sectores más deprimidos de las ciudades o veredas ofreciendo dinero para enlistarse en cualquiera de los bandos que se dispongan para la lucha y aparecerán centenares de muchachos que no han tenido oportunidades en la vida ni de trabajo ni de estudio y que buscan en esto una salida desesperada a su miseria. O si no se reclutan a la fuerza, o porque la ley faculta o porque la intimidación a la vida propia y la de sus parientes, terminen siendo argumentos suficientes para convencerlos.
Colombia firmó un Acuerdo de Paz, con todas las imperfecciones que ustedes quieran, pero que es necesario respetar y valorar. El hospital militar de Bogotá, lleva tres años de no celebrar fiestas navideñas para los centenares de soldadores heridos y mutilados que estaban recluidos en dicha época. La desazón de miles de madres que tenían sus hijos: soldados, guerrilleros o paramilitares; enfrentados permanentemente, han descansado de ese sufrimiento y que no merecen repetirlo.
El Centro de Memoria Histórica, es una entidad del orden nacional encargada de recopilar todos los elementos posibles que permitan mantener viva las historias ocurridas en cada rincón de Colombia, en donde se han producido violaciones a los derechos humanos y muertes violentas a manos de los diferentes grupos armados existentes, con el propósito que no sean olvidados por la gente y de esa manera buscar resarcir los daños ocasionados a la sociedad. Es el encargado de colocarle carteles a cada hecho y hacer una descripción detallada de lo acaecido (como lo hicieron los habitantes de Macondo y que García Márquez nos cuenta), y así impedir que lo olvidemos tan fácilmente como sucede con tantas cosas tristes en nuestro país.
A propósito de los acuerdos de paz, en el debate político de Tele Antioquia, de los cuatro candidatos presentes, tan solo uno dijo que modificaría lo pactado. (y es el candidato con mayores posibilidades de ganar, según las firmas encuestadoras). Lamentable.