31 de Abril de 2018
Del pecado y el miedo
Cuando yo hice mi primera comunión, hace ya como media centuria, después de recibir un cursillo previo y antes de la ceremonia de graduación como católico, tuve que confesarme ante el párroco y le confesé que mi pecado era haber ido en varias ocasiones hasta la quebrada en donde las muchachas que trabajaban en algunas cantinas de la zona de tolerancia, bajaban a lavar sus ropas y a bañarse desnudas. Fue la de Troya. El cura me increpó y señaló pecador por haberme atrevido a ir hasta ese lugar a ver esos cuerpos del pecado sin ropas. Yo le insistía que apenas las miraba hasta la cintura y que a veces lo hacía con un solo ojo; a lo que el energúmeno hombre me recriminaba que, eso no me exoneraba de culpa y que me estaba condenando al infierno. Nunca me explicó que la falta real de mi acción estaba en haber violado el derecho a la intimidad de aquellas humildes mujeres, que como todas las mujeres merecían respeto y consideración, que no tenía nada de malo ni de raro ver un cuerpo desnudo de una mujer, pero que a mi edad era mejor que estuviera dedicado a los juegos propios de niños.
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Ese temor al pecado sin explicaciones que nos han trasmitido por años, hace más daño que las faltas mismas. Y así cuando pasamos de lo religioso a lo político, nos lleva a actuar irracionalmente y tratamos de exculpar nuestras faltas actuando de conformidad a una mayoría que se deja orientar en ese temor para permitir en forma continuada que se sigan cometiendo los atropellos en contra de la gente de bien, que se sigan desangrando el erario público, que se sigan vulnerando los derechos ciudadanos y negando las cosas fundamentales para la sociedad. como: la salud, la educación y el empleo.
La brecha entre la riqueza y la pobreza en Colombia, ha tocado límites inigualados en la mayoría de los países del mundo y eso no nos preocupa. En nuestro país se permite que mueran miles de niños de hambre en la Guajira y el Chocó y, que haya cinco millones de personas en la pobreza extrema, pero nos aterra que la frontera con Venezuela esté llena de migrantes, cuando Colombia ha sido por excelencia uno de los países más expulsores de sus hijos, que se han regado por todo el mundo empezando por Venezuela. Nos espanta que un candidato (eso también lo propuso en su momento Gaitán y Galán) esté proponiendo grabar con impuesto mayor a aquellos latifundios improductivos (mayor a 1.000 hectáreas), para obligar a que se aprovechen para la producción de comida o para que se tengan que vender y el Estado tenga opción preferencial para la compra y, llenan de pánico a los seguidores de Duque y Vargas, con el cuento que los van a expropiar, cuando ellos, en su gran mayoría son un ejército de expropiados, y no precisamente de fincas o de casas (que nunca las han tenido), sino de los derechos a la salud (cuando tienen que ir a mendigar una pastilla de acetaminofen y a morir muchas veces en las salas de espera de los hospitales), a la educación (cuando la inversión es mínima en educación pública y la formación universitaria es un privilegio para muy pocos) y el trabajo en condiciones dignas (hay millones de colombianos dedicados al rebusque y como ganan más de 200 mil pesos no están considerados dentro de la pobreza extrema).
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En Colombia, el 75% de la población está en el Sisbén y los gobiernos, desde la creación de este programa, se vanaglorian del éxito del mismo, en vez de sentirse avergonzados porque el aumento desbordado de este servicio, es el reflejo de la incapacidad histórica de nuestros gobernantes de generar puestos de trabajo que contribuyan al desarrollo de nuestra economía y permita el fortalecimiento de nuestro sistema pensional fracturado y que muy pronto va a colapsar con el ingreso de nuevos reclamantes de pensiones.
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Hay tres candidatos a la presidencia que si se unen tienen la gran oportunidad de transformar la historia de Colombia, porque representan la luz esperanzadora de la construcción de un futuro mejor para todos, sobre todo ahora que se firmó el proceso de paz y que otros ofrecen hacer trizas. Fajardo, Petro y De la Calle; representan el país que explica, educa y sueña. Ellos nos dan garantías en el manejo de público porque nunca han estado involucrados en escándalos de corrupción ni son los títeres de nadie, ni van a gobernar para saciar sus odios y ambiciones.
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Los 200 años de la vida republicana de Colombia, siempre rodeados por guerras y por corrupción, pueden transformarse si la gente rompe el paradigma del miedo sin fundamentos y reacciona un poco frente a quienes los azuzan para que se dobleguen ante los mismos que nos han venido manipulando y vendiendo.
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Yo voy a votar con uno de esos tres para la primera vuelta (aunque lo que verdaderamente anhelo es que se unan antes para garantizar el triunfo), y voy a votar por que pase de ellos a la segunda vuelta y que deba enfrentarse al candidato de las maquinarias que han venido destruyendo sistemáticamente el país y que se lo han turnado en el tiempo. Además, de emplear la propaganda más sucia para demeritar las virtudes de sus contradictores.
CARGAR SOBRE EL ADVERSARIO LOS PROPIOS ERRORES O DEFECTOS, RESPONDIENDO AL ATAQUE CON EL ATAQUE. SI NO PUEDES NEGAR LAS MALAS NOTICIAS, INVENTA OTRAS QUE LAS DISTRAIGAN.
Joseph Goebbel. Ministro de la propaganda nazi.