25 de Mayo de 2018
![](https://static.wixstatic.com/media/38266e_d296b0fd0d114c7ab56daa4f85dc1f2a~mv2.jpg/v1/crop/x_34,y_0,w_279,h_385/fill/w_105,h_145,al_c,q_80,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/38266e_d296b0fd0d114c7ab56daa4f85dc1f2a~mv2.jpg)
Mi amiga Colombia
En mi paso por la Universidad, tuve una compañera de estudio que se llamaba Colombia. Era una mujer de origen campesino, con rasgos indígenas, madre de familia, sencilla, solidaria; en el primer semestre se relacionaba muy poco con los demás compañeros de clase, pero con el trascurso del tiempo se fue integrando más con el grupo. Ella aparentaba más edad que la que tenía, pero cuando conocí su historia, pude entender que era todo lo contrario y que reflejaba mucho menos que los años de sufrimiento que había padecido. Mi amiga Colombia se había casado muy joven después de un breve cortejo de flores y bombones de su único novio, que se había enterado que ella había heredado una gran fortuna. Con el matrimonio su vida se había convertido en un infierno desde la noche de bodas misma.
Muy pronto quedó en embarazo de su primer hijo y sin destetarlo aún ya estaba esperando el segundo y luego el tercero, cuando los dos primeros todavía no alcanzaban a despegarse ni un instante de ella. Mientras tanto su marido se daba la gran vida con el dinero de ella: jugando, derrochando y haciendo malos negocios que diezmaban rápidamente las arcas familiares. Se había vuelto una constante que el hombre cada que se emborrachaba llegaba a la casa a golpearla y luego la violaba, sin que la triste Colombia reaccionara a tales abusos. Después de cada golpiza el marido se aparecía con serenata y flores y con votos de arrepentimiento que nunca cumplía.
Nosotros, los compañeros de clase, nos enteramos de lo que le estaba pasando, porque cuando llegaba con su cara marcada por los golpes, siempre tenía una disculpa: que se había tropezado con la gaveta o que se había rodado por las escalas; hasta que por fin nos contó la verdad y, a partir de ese momento, de tanto repetirle que no podía seguir guardando tanta atrocidad, empezó a cambiar. En cierta ocasión que el hombre intentó golpearla, gritándole que la iba hacer salir de la universidad en donde estaba aprendiendo a volverse contestona y que iba a terminar convertida como alguna de sus sinvergüenzas compañeras, los primeros que salieron en su defensa fueron sus tres hijos que, a pesar de ser muy pequeños todavía, le dieron el valor para que ella reaccionara y, aprovechando que era una mujer físicamente fuerte, pudo contener el ataque del energúmeno. Un día mi amiga Colombia no regresó más a clases, ni volvió a responder el teléfono. Me enteré después que, cuando el marido había llegado luego de una prolongada juerga, no había encontrado a nadie en la casa. Colombia con sus tres hijos se habían escapado sin dejar huella…
Comparando la historia de vida de mi amiga Colombia, con la otra Colombia, mi patria, encuentro gran similitud en los acontecimientos y en el desenlace final. Colombia fue conquistada, colonizada y sometida en forma violenta. Las diferentes formas de gobierno, incluyendo los siglos de república, han estado marcados por la injusticia social, la humillación y abandono de su pueblo que, influenciado por el temor y la manipulación soporta impasible. La corrupción, mal mayor de nuestro país y que viene desde el cuestionado descubrimiento, ha traído: la esclavitud, explotación, saqueo y despilfarro de nuestro territorio, de sus recursos y de sus gentes. A Colombia, nuestra nación, como a mi amiga Colombia, le han limitado la posibilidad de educarse para impedir tener una población que aprenda a conocer sus derechos y a cuestionar los procederes de sus gobernantes. A Colombia, la han llevado de guerra en guerra, en donde a los muertos los lloran los pobres, pero le presentan cada cuatro años como si se tratara de una serenata con flores y bombones, un remedo de elecciones y de candidatos, que en su mayoría, mienten y prometen la transformación de sus costumbres y procederes y que siguen siendo los mismos (o sino miremos los resultados de las elecciones parlamentarias y cómo se obtuvieron las curules de la mayoría de los elegidos con los votos amarrados por medio de contratistas obligados a presentar listados de referidos, más la compra de centenares de “líderes” que juntaron “cunchos” para salvarle las curules a los mismos de siempre). El temor y la manipulación de la información utilizada en la actual campaña presidencial, hasta con la invención de términos como el castrochavismo y que Colombia se va a convertir en Venezuela, van mutando en cada elección para ocultar las verdaderas las caras de quienes nos han generado tanta desgracia y que ahora, después de años de atraso, de injusticia y desigualdad social; maquillan para convencer a los incautos electores que lo mejor está en dejar las cosas en manos de quienes han tenido todo para cambiar y no lo han hecho.
Éste es un momento histórico para Colombia, porque tiene la oportunidad de escoger entre el pasado o el futuro; entre lo ya hecho y lo que está por hacer; entre el miedo y lo que está por descubrir. Votar por el candidato que dijo ÉL, es como añorar que mi amiga Colombia regrese a las garras de quien tanto daño le hizo.
No sé dónde está mi amiga Colombia, pero estoy seguro que, por mal que esté, nunca va a vivir una vida peor que la que tuvo.
"Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo, del miedo al cambio.”
OCTAVIO PAZ